La obsesión por el miedo a ser homosexual
La homosexualidad es una variante de la conducta sexual que comparte, aproximadamente, un diez por ciento de la población mundial. Su visibilidad social depende de las leyes y costumbres de cada país, por tanto es más lógico que en la Europa liberal esté más normalizada, o en proceso de normalización, que en otras zonas del planeta donde la religión tiene más peso tanto institucional como psíquico.
Con esta introducción quiero aclarar que la homosexualidad forma parte de la “normalidad” de la conducta humana. Otra cosa es cómo se viva por parte cada individuo, si desde el conflicto interno que conduce a la represión, desde la promiscuidad psicopática o desde una naturalidad tranquila y serena que lleva a la búsqueda de relaciones estables con alguien del mismo sexo.
Dicho esto la cuestión es por qué hay hombres jóvenes, y no tan jóvenes, heterosexuales que viven con el miedo a “que les gusten los hombres”. En IPITIA hemos tratado ya a muchos pacientes con esta obsesión, algo que, en algunos casos, les llega a atormentar.
Parecería indicar que, en este trastorno, hay una tendencia homosexual reprimida o bloqueada que trata de abrirse paso mediante imágenes recurrentes que aparecen en la mente de la persona, o bien sintiéndose impresionados hasta el punto de entrar en conflicto cuando ven por la calle, en una película o en un bar a un hombre atractivo.
Falta de atrevimiento
Pero no es así, voy a simplificar lo que ocurre en realidad, no se trata de hacer una tesis sobre ello. Ese “miedo a ser homosexual” está indicando una “falta de atrevimiento vital”, una tendencia a ser cobarde, a querer estar de acuerdo con todo el mundo o a someterse a otros varones. A un nivel inconsciente en el varón heterosexual, las imágenes homosexuales, he descubierto en mi trabajo terapéutico que están conectadas con el “miedo a vivir, a ser, a expresarse y sobre todo a posicionarse con claridad y firmeza”.
Temor al contacto afectivo
Eso por una parte y por otra también, y paralelamente, existe el temor al contacto afectivo con personas del mismo sexo. Es decir nos encontramos normalmente con jóvenes con temores vitales ocultos al tiempo que no tienen vínculos afectivos físicos (abrazos por ejemplo) con otros hombres.
En el trabajo terapéutico tratamos de llevar a ese hombre heterosexual a vivir con atrevimiento, seguridad y decisión, al mismo tiempo que le animamos a que vaya expresando su afecto de manera más visible con otras personas, tanto mujeres como otros hombres.
Y eso hace que el problema se supere.
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