La depresión endógena: una clínica de lo inexplicable
Hay formas de sufrimiento que no responden a causas externas reconocibles. No hay duelo, ni pérdida reciente, ni crisis evidente. Aun así, la persona se encuentra sumida en un estado de tristeza persistente, de agotamiento anímico, de desconexión con el deseo y con su propia experiencia. La depresión endógena es precisamente eso: una caída interna cuya lógica no está en el afuera, y cuya explicación no aparece fácilmente ni siquiera para quien la padece.
En la práctica clínica, estos cuadros se presentan con una notable consistencia.
El discurso suele ser confuso o pobre en contenido emocional. Se expresan frases como “no sé qué me pasa”, “nada tiene sentido”, “no tengo fuerzas”, sin que existan hechos recientes que justifiquen esa vivencia. A menudo hay un intento de atribuirlo al estrés, al trabajo, a lo cotidiano, pero esas explicaciones suenan débiles incluso para el paciente. Lo más angustiante no es tanto el dolor en sí, sino la imposibilidad de nombrarlo, de entender su origen, y de explicarlo a los demás.
Suele resultar contraproducente
Intentar intervenir directamente sobre los síntomas, desde un enfoque reparador o motivacional. La persona ya se encuentra atrapada en una lógica interna que percibe como ajena, como si algo en su interior operara sin su consentimiento. Forzar el cambio de conducta, presionar hacia el exterior, insistir en el “hacer” antes de escuchar el “estar”, puede generar más distancia entre el paciente y su mundo interno. La ayuda terapéutica no debería orientarse a empujar, sino a acompañar.
La actitud clínica más valiosa en estos casos es la de una presencia atenta, sin urgencias. No se trata de llenar el espacio con interpretaciones ni con técnicas. Lo importante es abrir condiciones para que la persona empiece a reconocer qué está emergiendo en ese malestar aparentemente sin rostro. A veces es una parte de sí misma que ha sido sistemáticamente silenciada. A veces es una historia antigua que nunca pudo ser narrada. A veces es una pregunta de fondo que fue postergada durante años.
En lugar de estrategias para “salir” de la depresión
Conviene crear posibilidades para habitarla con mayor conciencia. Esto no es resignación, sino una forma distinta de intervención. Escuchar los sueños, registrar las imágenes espontáneas, detenerse en frases sueltas que se repiten sin explicación, puede permitir el acceso a un lenguaje diferente, más cercano al mundo interno. No se trata de buscar sentido inmediato, sino de sostener la experiencia hasta que algo empiece a ordenarse desde dentro.
En muchas de estas depresiones se encuentra una estructura interna altamente crítica, exigente, a veces cruel. El paciente puede no ser consciente de esa voz, pero actúa bajo su peso: todo lo que hace parece insuficiente, todo lo que siente parece incorrecto. Hacer visible esa voz, describir su forma, explorar su origen, abre la posibilidad de una mínima separación, un primer gesto de autonomía psíquica.
No hay ejercicios que curen este estado
Lo que sí puede ofrecerse son prácticas que abran espacio interior: escribir sin objetivo, permanecer en silencio sin culpa, detenerse ante una imagen que conmueve sin buscar explicaciones. Son movimientos pequeños, no visibles desde fuera, pero fundamentales para empezar a recuperar un vínculo con uno mismo que no esté basado en la exigencia ni en el rendimiento.
Con el tiempo —y no de forma lineal— muchas personas que han atravesado esta forma de depresión comienzan a sentir una transformación real. No se trata de volver a sentirse “bien”, sino de habitarse con más verdad. Algo se recoloca. Algo que estaba excluido encuentra un lugar. El sufrimiento, entonces, no desaparece por completo, pero deja de tener el mismo poder paralizante. Se convierte en un testimonio de un proceso más amplio, más humano y más profundo.
Esta es una forma de trabajo que no busca reparar, sino integrar. Que no ofrece soluciones rápidas, pero que sostiene con seriedad la posibilidad de cambio. La depresión endógena no es una sentencia, aunque muchas veces así se sienta. En un espacio clínico suficientemente cuidado, puede dejar de ser un enigma aterrador y empezar a ser, poco a poco, una experiencia comprensible. Y desde allí, vivir se vuelve nuevamente posible.
Equipo IPITIA
Abril, 2025