Soy Carlos Rentero Castro, psicólogo general sanitario.

Durante mis años de universidad en Granada siempre pensé que me dedicaría a la Psicología de Emergencias, una rama nueva y excitante de nuestra profesión. En mi primer curso empecé a entrenar como rescatista para el equipo de Búsqueda y Rescate Urbano de Gea, en segundo me apunté como voluntario en la Asociación de Protección Civil Granada y durante mi Erasmus en Alemania me formé en “Liderazgo Intercultural” y perfeccioné mi inglés para estar listo para trabajar allá donde hubiera una catástrofe. Tanto es así que antes de terminar la carrera de Psicología me inscribí en el máster de Psicología de Emergencias, Catástrofes y Crisis del COPAO, viajando casi cada fin de semana a Málaga para compaginar grado y máster. Inspirado por mis formadores estuve a punto de prepararme las oposiciones como bombero y como psicólogo para la Unidad Militar de Emergencias (UME).

Al terminar la carrera decidí realizar el máster en Psicología General Sanitaria para formarme como psicólogo clínico. Por aquel tiempo me surgió la oportunidad de realizar unas prácticas internacionales en India. Como no tenía dinero, me pasé medio verano trabajando de camarero en Italia para poder financiarme el viaje. Durante agosto trabajé con la RCDSSS de Ajmer y Diksha España realizando intervenciones psicosociales. Principalmente atendimos casos de ansiedad y depresión asociados a matrimonios forzosos y a altas exigencias académicas. Aquella experiencia me ayudó a darme cuenta de que lo que deseaba era poder crear vínculos y ayudar a personas que sufren, independientemente de si lo hacía en un campo de refugiados o en un despacho.

Un tiempo después comencé a trabajar en el Centro Penitenciario de Albolote como psicólogo en el módulo de Salud Mental, atendiendo a internos con Trastorno Mental Grave y discapacidad intelectual. Tras varios meses escuchando sus relatos en las terapias grupales, individuales y, como no, en el patio del módulo, se reforzó mi convicción de que todo comportamiento humano es explicable. Tuve la suerte de poder comprobar cómo ayudar a alguien a comprender por qué se comporta como lo hace es mucho más terapéutico y humano que simplemente darle a alguien un diagnóstico o una etiqueta y tacharle de criminal o loco.

Considero que nuestra profesión es una en la que nunca se deja de aprender y que demanda un alto nivel de compromiso para poder ofrecer una atención psicológica de calidad. Por eso sigo profundizando en la metodología única de Ipitia para el tratamiento del TOC y otras herramientas como el Análisis de Funcional de Conducta.

Actualmente divido mi tiempo entre el trabajo en la clínica, continuar mi formación y mi pasión por la montaña y sobre todo la escalada. Para mí es esencial sacar momentos todos los días, y días todas las semanas, para poder dedicarme a aquellas aficiones que me llenan y me hacen sentir realizado.